Arquitectura popular

Otro elemento fundamental, fruto de las formas de vida históricas y de los materiales existentes, y que forma ya una característica inseparable del paisaje y de la belleza de nuestros valles es la arquitectura popular en todas sus manifestaciones.

La manifestación más palpable de ello se encuentra en cualquiera de los pueblos, la mayor parte de los cuales se configuran alrededor de la iglesia parroquial, desde la que se distribuyen calles estrechas flanqueadas por grandes casas de piedra con tejados generalmente a dos aguas -también las hay cúbicas a cuatro aguas- y con grandes aleros que protegen a hermosas balconadas de madera. Existen también algunas casas de entramado de madera, pero son las menos. Además, muchas de las fachadas incorporan escudos nobiliarios barrocos.

A grandes rasgos se pueden catalogar en tres tipos: el más antiguo corresponde a casas de gran tamaño, con tejado a dos aguas y con fachada de sillares bien trabados, puerta de arco apuntado y vanos de tipo gótico: suelen estar construidas en el siglo XVII. Otro tipo es el que corresponde a casas del siglo XVIII, grandes, con tejado a dos aguas y gran alero, fachadas enlucidas pero con sillares a la vista en esquinas, ventanas y, a veces en los paramentos centrales, puerta de medio punto y escudos nobiliarios. El tercero es el de casas cúbicas del siglo XIX, con tejado a cuatro aguas, vanos de mayor tamaño, sillares bien trabajados en los laterales y parte central, balcones corridos y grandes escudos.

La distribución de las viviendas responde generalmente a la típica de toda zona de montaña de explotación ganadera, con una planta baja que se utilizaba como cuadra para el ganado vacuno y los aperos de labranza, una primera planta noble que servía de vivienda y una segunda constituida por la "gambara", donde se almacenaba la hierba seca, el maíz, etc.

El sistema de almacenamiento de la hierba marca también alguna de las características constructivas, dependiendo de si la hierba se subía con garrocha o escalera hasta la gambara por la fachada o si se introducía por detrás o por un lateral mediante un patín o plano inclinado donde se colocaba el carro. Ejemplos de uno y otro tipo se pueden ver por todos nuestros valles, aunque la función de la "gambara" ha quedado en desuso, primero con la construcción de silos y, en la actualidad, por el sistema de almacenaje en grandes "bolas" de plástico que se almacenan en los mismos prados.

Dentro de la configuración urbanística de algunos pueblos se conservan elementos de gran importancia en otro tiempo, ahora sólo con funciones decorativas, como fuentes -algunas tan bellas como las de Aldatz, Mugiro, Oderitz, Ihaben, Arraitz e Iraizotz-, lavaderos, como el recién restaurado de Aldatz, el de Beruete, Ihaben, Betelu, etc. También en algunos camposantos o como en el caso de Muskitz, adosadas al exterior de la iglesia- se pueden encontrar estelas que, en su mayor parte datan de época renacentista.

Entre las construcciones pastoriles es curioso constatar la evolución de las txabolas o cabañas de pastores desde los primitivos arkues, construcciones de piedra con falsa cúpula, a las bordas más antiguas, con aprisco incorporado, o las actuales, ya con bastantes de las comodidades modernas.

En casi todos los pueblos se pueden admirar ejemplos de la arquitectura típica de la zona, pero en Lizaso, Auza, Eltzaburu, Ilarregi e Iraizotz encontraremos conjuntos de arquitectura popular bien cuidada.

La casa tipo es del siglo XVIII, se encuentra exenta o separada de las demás, es de gran formato y con tejado a dos aguas. Lo normal es que tenga tres alturas y esté enlucida, pero con puertas y ventanas con la piedra remarcada. La mayoría llevan uno o dos balcones corridos de madera a lo largo de toda su fachada –alguna vez en su fachada lateral–, sobre todo si tienen contrafuertes laterales, lo que también permite alargar el alero y proteger así mejor la entrada.

Las portaladas suelen ser de medio punto o arco semicircular y, bastante a menudo, llevan sobre ellas o en la clave una inscripción en la que constan los autores de la casa y el año de su construcción.

También se dan ejemplos de casas señoriales con tejado a cuatro aguas y un primer nivel de piedra sillar.

Aparte del empaque natural de la mezcla de piedra y madera, muchas se adornan con escudos heráldicos y con el toque floral de la "etxekoandre"(ama de casa), que suele llenar balcones y ventanas con tiestos de flores que aumentan el colorido y tipismo de los pueblos del valle.

Los escudos
Cada uno de los valles que componen las rutas del Plazaola tiene un trozo de historia incrustada en su escudo. La inmensa mayoría de ellos hacen alusión a los valles a los que pertenecen a través de sus símbolos, como el roble y el lobo andante de sable pertenecientes al valle de Larraun y al de Leiza, lugares que recibieron importantes privilegios por parte de la Corona de Navarra.

En 1397, Carlos III otorgó a los francos delvalle de Larraun y a sus decendientes el título de nobleza, por lo que todos los habitantes se convirtieron en hijosdalgo y con los mismos derechos. En 1514, Fernando el Católico confirmó este privilegio. Lo mismo ocurrió en la villa de Leiza, donde el rey Sabio otorgó en 1192 concesiones a los habitantes. La situación fronteriza de la villa acarreó contratiempos, como en la guerra de 1444 en que fue quemada y destruida por los guipuzcoanos, lealtad que supo agradecer el Príncipe de Viana con las concesiones que ya existían en las buenas villas del reino.

El valle de Araiz, con un águila de sable explayada, un jabalí de sable andante y un ciervo en su escudo, ostentaba en el siglo XVI una forma de gobierno representada en un alcalde nombrado por todos los cabezas de familia del valle. Cuenta la historia que en 1595 ocurrió una gran persecución de brujos. El alcalde perpetuo, Fermín de Lodosa, presidió un juicio en el que todos los encartados, sin excepción, fueron trasladados a las cárceles de Pamplona, donde fueron muriendo antes de que se llegase a dictar sentencia.

A los escudos municipales, que se atribuyeron a las zonas cuando los emblemas heráldicos fueron perdiendo su carácter militar, se unen los escudos particulares que decoran muchas de las casas de los valles. Cuanto más pequeño y menos decorado era el escudo, más antigüedad tenía. Es a partir del siglo XVIII cuando surgen los de gran tamaño y con una decoración muy ornamentada. Los escudos se esculpían en las fachadas de los nobles e hidalgos como forma de diferenciar las viviendas de los plebeyos o labradores y también las de los hidalgos entre sí, bien por su origen, calidad o méritos.

Uno de los escudos más antiguo que se conocen se mantiene en un caserón de la parte vieja de Lekunberri. Contiene dos jabalíes y carece de divisiones, lo que caracteriza la heráldica más antigua. Este escudo perteneció al señor de Lekunberri, personaje que aparece recogido en el Libro de Armería del Reino de Navarra. La inmensa mayoría de los escudos de Navarra se vinculaban a casas o palacios concretos que abarcaban a más de una persona.

A muchos de los escudos se les añadió posteriormente las cadenas de Navarra y las cuatro barras del reino de Aragón. Hoy en día la diversidad de escudos y tamaños es enorme pero todos mantienen esta última descripción. Sin embargo, hubo quien no se acogió a la concesión de igualdad, como el pueblo de Errazkin, que mantiene heráldica propia con una cruz con bolas, el de Iribas, con lobos, o el de Allí.